viernes, 29 de diciembre de 2017

Informe anual de CORREPI sobre la situación represiva

Compañeros y compañeras:

Los acontecimientos de la semana pasada y la necesidad de apurar la soltura de los detenidos y detenidas en las represiones del martes y el jueves pasado, obligaron, por primera vez en 22 años, y en las vísperas de un nuevo aniversario de la rebelión popular de 2001, a postergar este acto en el que CORREPI presenta el Informe anual de la situación represiva en Argentina y difunde la actualización del Archivo de personas asesinadas por el aparato represivo estatal. 

Envalentonado tras el resultado electoral, el gobierno de Mauricio Macri y sus socios dio en este mes de diciembre un salto de calidad e intensidad en su política represiva, que superó con creces la espiral iniciada hace dos años, y que venimos denunciando desde entonces.
En un escenario de permanentes ataques al pueblo trabajador desde el inicio de la gestión de Cambiemos, como vamos a ir viendo a lo largo de este acto, con hechos de inusitada gravedad como la desaparición forzada y muerte de Santiago Maldonado y el fusilamiento de Rafael Nahuel, las últimas dos semanas dan cuenta de una mayúscula avanzada represiva.

El viernes 8 de diciembre, grupos especiales de la Policía de Neuquén cargaron contra los trabajadores que tomaban la maderera MAM, que desde junio luchan por defender sus puestos de trabajo. El obrero ceramista y diputado provincial del FIT, Raul Gadoy, que estaba en el corte solidarizándose con los trabajadores, recibió un balazo por la espalda que le produjo una fractura expuesta a la altura del tobillo. 

El mismo día, en Catamarca, la policía provincial disparó con cartuchos cargados con sal gruesa contra estudiantes secundarios que festejaban el fin del año lectivo en una plaza.
El martes 12, la represión también vendría por partida doble: En Chubut, por orden del juez federal Guido Otranto, la gendarmería desalojó el camping Yapay Peñi en el que hace más de 100 años reside la familia originaria Cárdenas Alarcón Coronado. 

En la ciudad de Buenos Aires, al término de la movilización contra la presencia de la Organización Mundial de Comercio, una veintena de manifestantes fueron acorralados por la policía de la Ciudad y la gendarmería en la esquina de Corrientes y Callao. La presión de quienes de inmediato se agolparon frente al vallado de las fuerzas de seguridad permitió liberar a la mayoría, pero dos compañeros y una compañera quedaron detenidos. Después de casi tres días de presencia militante en la comisaría de la comuna 15 y los tribunales de Comodoro Py, el docente de SUTEBA Escobar, Hernán Centeno, la referente de la Defensoría de Géneros de Luján, Natalia Pérez y un hombre en situación de calle, recuperaron su libertad en la madrugada del viernes.

Para entonces, eran ya 45 los nuevos detenidos y detenidas, distribuidos en diferentes dependencias de la policía de la Ciudad, la Policía Federal y la Gendarmería, después de que esas fuerzas ocuparan con lógica militar la zona del Congreso y reprimieran a quienes nos manifestábamos contra la reforma previsional. Fueron necesarios otros tres días de sostenida movilización en comisarías y tribunales para lograr la liberación de 40 de los compañeros y compañeras. Por diversas razones formales, como la dificultad para constatar los domicilios, cuatro compañeros y una compañera aún permanecen detenidos, alojados en unidades penitenciarias.
El lunes de esta semana, 18 de octubre, una nueva aún más masiva movilización al Congreso fue reprimida, con la cifra récord de 130 detenidos y detenidas y 60 heridos, algunos de mucha gravedad. Tres trabajadores, Horacio Ramos del FOL, Roberto Álvarez del PO y Daniel Nievas de Astilleros Río Santiago, perdieron un ojo por disparos de postas de goma directamente a la cara y a corta distancia. 
La contundencia de la movilización posterior a la represión logró que, a diferencia de los casos anteriores, los compañeros y compañeras fueran liberados desde las mismas comisarías, en la noche y madrugada del martes, sin pasar por el traslado a tribunales y las indagatorias.
El 20 de diciembre, día de tanto peso simbólico para la clase en Argentina, la represión cayó sobre los trabajadores y trabajadoras del Ingenio Esperanza, en Jujuy, con veinte detenidos, entre ellos un abogado de los trabajadores, casi 100 heridos y orden de detención para la Comisión Directiva del Sindicato del Azúcar. 

Todos esos hechos represivos están unidos en una misma decisión política del gobierno de Cambiemos, que es avanzar con paso marcial y a cualquier costo hacia una transformación profunda y a largo plazo de las relaciones del capital y el trabajo en nuestro país. Ése y no otro es el objetivo del paquete de reformas, previsional, impositiva, laboral, educativa y de la salud, que, con el respaldo del resultado electoral de octubre, pretende readecuar las relaciones capitalistas en nuestro país, a tono con el ciclo de acumulación a nivel mundial.
El gobierno de Cambiemos no está solo para encarar este nuevo ciclo neoliberal. Ya lo vimos el lunes en el Congreso, con 20 votos del PJ, negociados con los gobernadores, apoyando la reforma, y varios diputados del Frente Para la Victoria, como Daniel Scioli, ausentes. Ni hablar de la burocracia sindical de la CGT, con sus idas y vueltas y alguna tibia amenaza de paro sin movilización, alejados de cualquier actividad que signifique defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras; o de los medios hegemónicos que despliegan hace meses una operación para criminalizar la protesta y estigmatizar a los que resisten, a los que asimilan con terroristas y violentos criminales subversivos. En la misma dirección, brinda su apoyo el aparato judicial, cuyos jueces y fiscales, en especial del fuero federal, sacaron del armario imputaciones como intimidación pública, generosamente aplicada a todas y todos los encausados desde la marcha por Santiago el 1º de septiembre hasta hoy.

Pero los acontecimientos de esta semana han demostrado, además, que el pueblo trabajador también escala en su capacidad para enfrentar estos ataques. Dando prueba de que hay una memoria colectiva acumulada, ya el martes 11 fueron las y los transeúntes casuales quienes se sumaron a gritar “largá los pibes” en Callao y Corrientes, y forzaron la liberación de la mayoría. 
El gobierno apostó a que las balas, los golpes y los gases del jueves en Congreso, y las decenas de rehenes retenidos por el poder judicial, nos iban a dejar temerosos y disciplinados, dando paso libre, el lunes, al ajuste y el saqueo. No fue así. Ese día la movilización fue más masiva todavía. Cuando más nos reprimieron, cuando más asesinos se mostraron, más salimos a las calles, en mayor número y con mayor predisposición a dar pelea. No pudimos evitar los arreglos de cúpula que convirtieron en ley el saqueo a jubilados y niños, pero mostramos que hay un pueblo que lucha y no se rinde. 
Apenas unas horas después, mientras muchos y muchas recorríamos hospitales y comisarías, empezamos a escuchar, en cada cruce de avenidas, en cada plaza, el repiqueteo de las cacerolas. Cacerolas, como en 2001, que reclamaban contra el ajuste, y también contra la represión. Bastaron unas pocas horas para que crecientes columnas empezaran a recorrer las avenidas hacia el Congreso, hacia esta Plaza, y la noche y la madrugada se iluminaran con nuevos fuegos de diciembre.

También ahí nos reprimieron, pero de nuevo salimos a las calles el martes a la noche, y el miércoles. Y acá estamos hoy.

Ellos nos dicen violentos, y respondemos:
Violentos son los que hambrean al pueblo, 
Violentos son los que arrebatan derechos, 
Violentos son los que discursean sobre la democracia con las manos manchadas de sangre de trabajadores,  
Violentos son los que reivindican genocidas,
Violentos son los que encarcelan trabajadores y trabajadoras, mientras buscan de cualquier modo la impunidad de los represores,
VIOLENTOS SON ELLOS, que sólo saben de privilegios e invocan la paz mientras profundizan la explotación y la opresión.
Nosotros y nosotras somos quienes nos alzamos contra las injusticias, las y los que vamos aprendiendo que la tarea es la unidad, esa que se grita y se construye en las calles, codo a codo, en la solidaridad de clase que nos distingue, y nos reclama luchar por un mundo sin miseria ni explotación, sin opresión ni represión.
Por eso estamos hoy de nuevo en esta Plaza. Porque es en las calles donde se escribe la historia, con unidad, y dispuestos a dar todas las peleas.

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